20 febrero 2006

UN VIAJE MÁGICO I


Desde que empezamos el MIR , mi señor novio, no hacía más que hacer planes acerca de dónde nos iríamos a "celebrar" el tan deseado final de esos 6 agobiantes meses, y cuando dio con el lugar al que iríamos: Disneyland Paris, no dejó, ni un sólo día, de contarme detalles y batallitas sobre el parque, y es que cuando algo le apasiona...

No es que yo no tuviera ganas de ir, pero es que durante la preparación del examen , no estuve en mi mejor momento, y la "dulzura" que dicen algunos que tengo ( los que realmente no me conocen a fondo) desapareció por completo y salvo momentos muy concretos fui una especie de amargada gruñona a la que sólo le interesaban sus estudios y sus odiosos percentiles. De forma que es comprensible, que organizar tal evento no encajaba del todo bien en mi apretada agenda de esos días. Pero si además le sumamos que mi padre no es una persona extremadamente generosa, sino que le cuesta soltar un duro más que a un tonto un caramelo, es de imaginar que no me apetecía nada andar suplicándole el dinero del viaje, cuando tenía tantísimo que hacer.

Así que mi pobrecito novio lo tuvo que organizar todo y, sólo cuando pasó el examen, inicié la auténtica cruzada , en busca del imprescindible dinero, que por suerte para todos duró menos de lo esperado.

Pero ahí no acabó la odisea , ya que a una semana de nuestra partida me dio el gran bajón (ese que me hizo
volverme azul ,cual pitufo) y decidí no ir al viaje; yo y mis ralladuras... Afortunadamente , mi gran amiga Luder me hizo entrar en razón; le costó lo suyo, pero al final lo consiguió, de forma que el 6 de Febrero por fin , partíamos hacia Paris, eso sí, con bastante mal cuerpo, pero allí estábamos.

El viaje transcurrió sin incidencias. El caos que reinaba en la terminal 4 de Barajas por aquellos días ( aunque supongo que aún continuará), brillaba por su ausencia en el resto del aeropuerto, que estaba tan vacío que hasta daba miedo,
el aeropuerto fantaaaaaasmaaaa, uuuuuuuu... Por suerte no nos tropezamos con ningún espectro, y llegamos a la puerta de embarque sin problemas. Esperamos un poquito y a la hora prevista : ¡Ala, el rebaño, al avión! Y yo me pregunto, ¿por qué cuando llaman a embarcar todo el mundo se pone en pie como si le hubieran dado un calambre en el culo y se pone a toda prisa en la cola ,como si le fuerana quitar el sitio? ¡PERO SI LOS ASIENTOS ESTAN NUMERADOS! En fin, cosas de la vida... Como nosotros no íbamos a ser menos nos levantamos tan rápido como pudimos y tras revisarnos en 2 controles la tarjeta de embarque y el DNI, nos plantamos en un diversísimo finguer, para mi de toda la vida: gusano. Sé que no tiene nada especial, pero a mi me encantan ( lo sé , soy rara). Finalmente, llegamos al avión.

Antes de continuar, he de especificar que tengo PÁNICO a los aviones. Me han dicho un millón de veces que son el medio de transporte más seguro, pero a mi no me convence. Si te la toñas con un coche, es posible que la palmes , pero si un avión se la pega , tienes un 99.99% de posibilidades de no contarlo. Así que no es de extrañar que nada más entrar en el avión y colocar las mochilas , plantara mis posaderas en el asiento, me abrochara el cinturón tan fuerte que casi no podía respirar y empezara con mi tanda de oraciones, que fueron más numerosas que nunca, ya que para colmo de males ,me colocaron en la salida de emergencia, y entre cada
PadreNuestro , mi imaginación me deleitaba con un sinfin de catrástrofes aereas, en donde la puerta de emergencia se abría en mitad de vuelo. ¡Eso es pensar en positivo! De todas formas, además de mis rezos, Alberto también hizo lo suyo para tranquilizarme, y funcionó, eso sí, sólo hasta que el avion despegó , momento en el cual mi ritmo de PadreNuestros era uno cada 3 segundos, y no bromeo. Cuando, por fin, el avión se estabilizó, dejé de rezar, me tranquilicé un poquito y en cuando Alberto se durmió, saqué mi mp3 y me puse a escuchar música, no sin cierto recelo, a ver si iba a hacer interferencias y nos la acabábamos pegando...

A mitad de vuelo , el bello durmiente se despertó y como ya no te dan nada gratis de comer en el avión, sacamos una bolsita de cacahuetes, al estilo Pepe Martinez Soria. Transcurrida hora y media llegábamos a París envueltos en la nube más grande y más densa que he visto en mi vida. Y una vez en tierra firme , pude respirar tranquila y empezar a disfrutar del viaje.

Pero como me extendido un poquito más de lo que pretendía y para no aburrir al personal, creo que por hoy dejaré aquí la historia; prometo continuar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Habría que verte en el avión...jajaja. Aunque no estoy de acuerdo del todo contigo, porque en cambio la probabilidad de que te la "toñes" (por cierto, ¿de dónde viene?¿de toñar?, es la primera vez que lo escucho, yo creía que las palabrejas raras nos las inventabamos por aquí abajo jajajaja), bueno eso, que la probabilidad de que te la pegues en un avión es muuuuuucho menor que en un coche (que hay accidentes todos los días). La salida de emergencia no es un sitio tan malo después de todo. Yo creo que dadas tus circunstancias, lo peor habría sido que te hubiese tocado por el ala, que vas viendo por la ventana los motores (o como quiera que se llamen) y piensas: Como alguno de esos se pare... jajajaja. ¿No pudiste convencer al caballero de que te cambiase el sitio antes de que se quedase frito? ;D.

P.D.: ¿Pepe era hermano de Paco? :D. Besitos.

Anónimo dijo...

Con tal que al final hayas disfrutado un poco......

Carlos César Alvarez dijo...

Gracias a tus padrenuestros el avión se sostuvo en el aire. Es la fuerza de la oración.