Al igual que medio mundo, hoy sigo impactada por los atentados de Barcelona.
" ¡No es justo! ¡ Basta ya! ¡ Todos somos Barcelona! " estas y otras consignas las he repetido y las he visto repetir en múltiples medios. Es el sentimiento colectivo de la gente de bien. Todos queremos que cese la violencia, todos queremos no tener que volver a ver en las noticias atropellos, apuñalamientos ni bombas. Pero yo, en lo más profundo de mi ser me hago 2 preguntas: ¿Donde será la próxima? ¿Nos tocará a mi familia?
He nacido y crecido en España y he vivido con la sombra de ETA detrás muchos años. Recuerdo desde muy niña a mi padre evitando las aglomeraciones en Navidades y otros festivos . El miedo a un atentado es casi ya parte de mi ADN. Diariamente busco vías de escape y escondites al tiempo que mi imaginación me ofrece todos los posibles frentes de peligro a la vista. No es agradable vivir así, de hecho es triste salir de casa pensando que puede que nunca vuelva, pero por desgracia así es como he aprendido a vivir.
El problema es que ahora la amenaza es mayor y la crueldad de estos monstruos no tiene límites. Ya no basta evitar grandes eventos o aglomeraciones; en una terraza, dando un paseo con tu familia, en un supermercado... en cualquier sitio acecha el peligro. Todo el mundo insiste en que el miedo no nos paralice y tal vez no lo haga, seguimos con nuestras vidas como si nada, aparentemente, porque por dentro el miedo te oprime, te asfixia, te amarga la existencia.
Hoy estoy con Barcelona, con Finlandia y con todos los paises, pueblos y regiones en los que los bárbaros sean de la raza, país o religión que sea, comete actos inhumanos. Mi corazón está con todos ellos, mis plegarias se dirigen a ellos pero el miedo me seguirá consumiendo.
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